Cada vez que una clase intenta hablar en nombre de otra, surgen tensiones y luchas por el retrato que unos proponen de los otros: Matadero trata de escenificar estas tensiones. Explora un universo conflictivo presente en nuestro país desde sus orígenes: la primera ficción argentina, «El Matadero» de Echeverría, embrutece a la clase popular proponiendo un retrato violento y resentido donde un grupo de matarifes se indigna y mata a un rico como a una vaca en un matadero: el edificio más emblemático del imaginario argentino, la planta de asado.
Escribí el guión con dos amigos argentinos que no vienen del cine, Edgardo Dobry, un poeta, y Lucas Vermal, un filósofo. Eso fue muy importante porque sus aportaciones enriquecieron mi visión, que viene más del cine.
La representación de la lucha de clases y de su violencia nos abre al problema universal de lo que ocurre cuando representamos algo: ¿se amplifica, se revela, se reproduce? Toda época de fuertes convicciones es también una época de fuertes dudas. Decidimos que esas dudas debían ocupar un lugar importante en nuestro trabajo.
Santiago Fillol