Nos dejamos llevar por la inconsciencia juvenil que impregnaba la sensación de inmortalidad que contiene la juventud, y nos fuimos olvidando del entorno, descubriendo que lo verdaderamente interesante estaba en el grupo.
Puede ser Slimane una película “funambulista”, que se tambalea entre lo real y lo manipulado, entre la constancia de la energía y la inconstancia de la materia, entre lo resistente y la fragilidad.
José A. Alayón